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Wednesday, August 24, 2011

Los hijos de los revolucionarios y el fantasma de Shakespeare


En la escena X del drama isabelino, Hamlet confronta al fantasma de su padre, el cual se le aparece tras haber sido asesinado por Claudio, hermano del monarca. Desde la continua zozobra que lo aqueja, Hamlet increpa al espantajo:

“-¡Oh, respóndeme, no me atormentes con la duda! Dime, ¿por qué tus venerables huesos, ya sepultados, han roto su vestidura fúnebre? ¿Por qué el sepulcro donde te dimos urna pacífica te ha echado de sí, abriendo sus senos que cerraban pesados mármoles? ¿Cuál puede ser la causa de que tu difunto cuerpo, del todo armado, vuelva otra vez a ver los rayos pálidos de la luna, añadiendo a la noche horror? ¿Y que nosotros, ignorantes y débiles por naturaleza, padezcamos agitación espantosa con ideas que exceden a los alcances de nuestra razón? Di, ¿por qué es esto?”

Algunos hijos emigrados de ciertos revolucionarios  sufren, como Hamlet, por la reaparición del espectro de sus progenitores. Atormentados por una historia de la cual no deberían sentirse ni responsables ni avergonzados, entablan batalla contra espíritus de su propio linaje. Preocupados como están por no ser identificados con un pasado que les pesa, optan por no contribuir a un presente de reconciliación. Lo cual es paradójico pues junto a sus padres, participaron--muchas veces con marcado entusiasmo--, en las dinámicas mainstream del proceso revolucionario: publicaciones en editoras nacionales, premiaciones, cargos, puestos en reconocidas cátedras, pertenencia al canon…


Para exorcizar a sus fantasmas, asumen actitudes radicales, adoptando el lenguaje del lugar al cual llegan (un vocífero exilio, en el caso de Estados Unidos). Sus anfitriones, los viejos exiliados, son incapaces de entender sutilezas importantes que los hijos de los revolucionarios sí, puesto que aquéllos nunca más regresaron a Cuba. Pero éstos, los Hamlets de nuestro exilio, incorporan el lenguaje del terror por oportunismo.

Cuando vean a un hijo de un revolucionario convocando desde Miami, New Jersey u otro punto cómodo del planeta al levantamiento popular en Cuba, o repitiendo estribillos que exacerban el odio entre cubanos, pregúntese qué fantasmas estará tratando de borrar con el emplazamiento. Yo, que conozco a algunos de ellos, les aseguro que el llamado tiene casi siempre motivaciones más torcidas de lo que aparentan.

Friday, July 8, 2011

Disonancia intelectual y exilio incómodo

(Respuesta a réplica de José Revilla-Lobo  http://www.octaviodilewis.com/2009/11/exilio-incomodo.html)

I. Disonancia cognitiva e incomodidad

En la década de los cincuenta el psicólogo norteamericano Leon Festinger acuñó el término ‘cognitive dissonance’ (disonancia cognitiva), para referirse a un comportamiento recurrente en el género humano: la pérdida de balance emocional producida por el conflicto entre dos pensamientos opuestos. El desbalance, al colocar la mente en un lugar de tensión que genera angustia, suele ser contrarrestado con la negociación de actitudes. Un ejemplo de resolución a una disonancia cognitiva es el síndrome de Estocolmo, a través del cual una persona secuestrada toma cariño a su raptor, como forma justificar el malestar creado por la abducción.

La psicología social ha sacado provecho de esta teoría. Se ha demostrado, por ejemplo, cómo las identidades sociales se definen en torno a procesos de eliminación de disonancia. Ir en contra de las normas de un grupo determinado puede causar discrepancias incómodas, las cuales suelen ser remplazadas por comportamientos acomodaticios que tienden a disminuir las tensiones.

Miami es un caso peculiar donde existe un controversial y omnipresente Otro (Cuba, la Revolución, Fidel Castro) a partir del cual se redefinen las opciones de estabilidad. En este contexto, ciertas posiciones que no tendrían que estar en permanente oposición, izquierda democrática y derecha democrática, por ejemplo, lo están, debido a que el sector extremista del exilio ha seleccionado para la colectividad un excluyente repertorio de alternativas. Es difícil detectar cuándo estas opciones se vuelven mandatos inconscientes.

El artículo de José Revilla-Albo (http://www.octaviodilewis.com/2009/11/exilio-incomodo.html) en respuesta al mío, “Un exilio cómodo” (http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/un-exilio-comodo-235815), puede entenderse mejor si se ubica dentro de estas dinámicas. Su respuesta es eco de mandatos normativos que buscan eludir las disonancias. La distorsión es el común denominador de sus argumentos.  

II. La distorsión como antídoto al malestar

Macartismo

"Spy. Vs. Spy". Animado de Antonio Prohías que se convertiría en un clásico.




La existencia de posiciones favorables al diálogo, los intercambios culturales, y de crítica, tanto como de balance de la revolución cubana, todavía crea en Miami fuertes disonancias. Revilla establece, como preámbulo a sus ataques, que éstas son “tendencias disfrazadas de reconciliación nacional,”  insertando esta noción de máscara que, a estas alturas, nos remite más a una mala versión de “Spy vs. Spy” que a una crítica seria.

Con ese macartismo, quizás inconsciente, intenta negar legitimidad a mis ideas. Según Revilla, yo debo ser o “sembrada por el gobierno cubano”, (espía) o “inocente”,  o alguien cuyo objetivo es el “futuro acogimiento (…) del gobierno cubano.” Dentro de su marco referencial, si no pertenezco a ninguna de estas (distorsionadas) categorías, no existo como sujeto. ¿Qué hace falta para que entienda que opciones diferentes a las que señala, existen fundamentadas en un pensamiento legítimo que nada tiene que ver con semejantes difamaciones?

Las omisiones del discurso providencial miamense

Un lugar común en las crónicas que narran la conquista de América fue presentar este continente como espacio providencial donde se continuaría el proyecto católico, sacudido por las reformas luteranas del siglo XVI. Las crónicas están recorridas por una visión triunfalista de continuidad en la que se omiten partes no tan halagadoras. El silencio ante ciertos eventos es una forma de reducir disonancias. La predilección de Revilla por omitir importantes datos nos recuerda estos discursos providenciales.  

Revilla se refiere a los exiliados como ‘factor decisivo’, ‘como inyección de progreso’ dada a la ciudad por estos ‘hombres de negocio’ o ‘universitarios’ que en poco hicieron de Miami una urbe cosmopolita. Parece como si el malestar generado por la pérdida de un espacio físico (la isla), se alivia a través de la reivindicación de otro (Miami como nuevo islote de desarrollo) que existe gracias a la intervención providencial del exilio cubano en la península floridana.

La visión de una ciudad articulada a raíz del empuje de uno de sus grupos de mayor índice demográfico (los cubanos) no carece de visos de certeza, pero exhibe importantes sesgos. Se omite allí la mención a la política del gobierno norteamericano hacia los emigrantes cubanos, usufructuarios de los más generosos paquetes de beneficios en la historia del INS. Se omite también que nuestros compatriotas recibirían ayudas federales con mayor facilidad que ningún otro grupo. El “Cuban Refugee Program”, establecido en 1960 y en vigencia hasta 1994, patrocinó la operación Peter Pan, el entrenamiento laboral de los recién llegados y ayudas para su ubicación. El programa recibió fondos federales que se dirigieron a la creación de agencias de ayuda a los nuevos inmigrantes. Se aseguraba la solidificación de la comunidad cubana como enclave de estabilidad, pero también se solidificaba el capital político de la nación anfitriona, pues los refugiados cubanos servían a sus propósitos de guerra fría.

Estas dos narrativas (la de los cubanos que al huir del comunismo llegan providencialmente al éxito, y la del país “pródigo” que usaba los nuevos eventos como forma de descrédito a ese sistema político), son claves para explicar los innegables logros del exilio cubano. No mencionarlas es pronunciar una verdad a medias.

Eventos raciales, silencio y distorsión

Admitir que la discriminación racial se amplificó en Miami producto de la convergencia de estas narrativas es incómodo. Es sin embargo, un primer paso necesario para empezar a tomar conciencia de los problemas de racismo que aún, en el 2009, afectan a esta ciudad.

No es difícil imaginarnos la desventaja racial en la que emergió la comunidad afroamericana en Miami. De 1968 hasta 1980 los americanos blancos recibieron 46.6 % de los dineros federales otorgados a través de las oficinas de Small Business Administration; los hispanos 46.9 %, y los afroamericanos solamente un 6 % (Sawyer). Este es sólo un ejemplo que ilustra cómo los afroamericanos en Miami quedaron relegados a una posición desfavorable con respecto a los de otros estados, puesto que no sólo los blancos, sino otro grupo migratorio de mayoría cubana, es favorecido  por las sucesivas administraciones.
Protestas racistas durante los 60s
Protestas por la muerte a golpes del motorista afro-americano Arthur McDuffie, en los 80s.

A elementos como éste hay que sumar el del desprecio racial que trajo buena parte del exilio cubano. El racismo es un fenómeno ubicuo que no ha sido tampoco erradicado en su totalidad en la Cuba post-revolucionaria. Pero el hecho de que aún exista, tanto allá como acá, (en desiguales dosis) no quiere decir que fue inventado por la revolución. Dentro de ella se hicieron, al menos durante los primeros años, fuertes campañas orientadas a su aniquilación.

El exilio de derecha en Miami, en cambio, dada su indiferencia ante las tensiones raciales, no sólo desaprovechó la oportunidad de participar en la lucha por los derechos civiles en los sesenta (por más discriminados que fueran los cubanos blancos, llevaban algo de ventaja racial a los afroamericanos), sino que dio muestras de su airado narcisismo racial, cuando por ejemplo, aún en 1990, ejerció presión para negarle recibimiento oficial a Nelson Mandela, símbolo de las luchas por los derechos raciales en el mundo, debido a sus comentarios de agradecimiento a Fidel Castro, quien lo apoyó cuando estaba en prisión. Mientras tanto, el exilio cubano derechista apoyaba a Jesse Helms, el mayor defensor en el congreso estadounidense del régimen del apartheid. Hoy, Hialeah ofrece la llave de la ciudad a Posada Carriles.

El arribo de la comunidad haitiana a Miami también aporta disonancias. A pesar de características afines, en cuanto a tratarse de refugiados provenientes de una isla del Caribe escapando a condiciones políticas totalitarias, los haitianos no recibieron las ayudas federales beneficiarias a los cubanos. Es en 1980 que se crea el CHTF (Cuban-Haitian Task Force) para apoyar a los inmigrantes haitianos. Las oleadas migratorias habían comenzado desde mucho antes, a partir de la llegada de Papa Doc al poder en 1957. Los haitianos no poseían, sin embargo, el mismo peso en cuanto a capital político. Después de todo, Duvalier no era un dictador comunista. La inconsistencia de la administración de Bill Clinton con respecto a la masiva emigración haitiana posterior al golpe de 1991, corrobora las desventajas de este grupo con respecto a los cubanos. La omisión de estos detalles genera falsas complacencias y distorsión.

Terrorismo

La violencia contra sus disidentes es un elemento constitutivo de la historia de nuestro exilio. Intelectuales, periodistas, comentadores de radio, o simples ciudadanos que han mantenido posiciones alternativas de disonancia han sido víctimas de actos terroristas. Artistas cubanos de paso por la ciudad se han convertido en blanco del terror. En 1995 el público asistente al concierto de Gonzalo Rubalcaba en el Guzman Center fue víctima de apedreamientos. Un cóctel molotov fue arrojado al Centro Vasco como protesta por la actuación de Rosita Fornés en 1996. Esos acontecimientos marcaron mi llegada a un Miami que sí pasó por mí, al contrario de lo que Revilla piensa, mientras vive en una ciudad sin ver lo que en ella pasa.  ¿O es que es mas cómodo no enterarse?

La timidez con que se trata el terrorismo en Miami es preocupante. En mis juicios sobre la comodidad intelectual, indica su artículo, subestimo el valor de ciertos funcionarios universitarios. ¿No subestima él, dentro de su providencial narrativa, el irreparable daño histórico de Luis Posada Carriles, Orlando Bosch entre otros terroristas y macartistas, que ha costado vidas, trabajos, piernas, capital y relaciones sociales a un grupo considerable de personas? ¿Es que acaso el miedo a coincidir en este respecto, con la posición  de condena ostentada por el gobierno cubano justifica este juego de omisiones? ¿Es por temor a ser asociado a ese Otro que escoge el silencio? ¿Es esta exclusión un mandato inconsciente que busca amortiguar la disonancia? Revilla puede decididamente resolver estas dudas con un llamado en Miami a aplicar sin contemplaciones las leyes norteamericanas contra el terrorismo a Luis Posada Carriles.

Como ciudadana cubano-americana, me interpelan los eventos del lugar donde habito. Si dentro de esta comunidad el terrorismo es justificado,  que no le cause duda a Revilla: la urgencia del tema desplazará en mi artículo, pedidos de tolerancia hacia el gobierno cubano. Es a nosotros, los que vivimos “en democracia” a quienes corresponde explicar esos silencios.

La “mal llamada revolución” y el embargo como carta de cambio

Es comprensible que sea difícil, para quien vive en Miami, detectar los procesos a través de los cuales se entra a formar parte del estatus quo. No hay que ir como invitado a ninguno de esos programas televisivos o radiales que atentan contra los parámetros básicos de  salud mental (Oscar Haza, María Elvira Salazar, Ninoska Pérez) para ser parte de los “habitus” de esa ciudad. Vivir en un lugar donde apenas existen espacios de reflexión alternativa nos hace vulnerables a estrategias que, oponiéndose al sentido común, buscan la erradicación de disonancias. Se termina por amar a los secuestradores, aceptando como libertad de expresión y mercado de ideas algo que es un falso remedo de lo que existe en otras partes de EE.UU., donde el tema de Cuba se discute con la razón como guía.

El compatriota Revilla, quien dice haber vivido en la Cuba actual, niega validez a lo que denomina “mal llamada revolución.” La revolución, más allá de su estancamiento o impasse actual y de la necesidad de renovación por la que a todas luces clama, es un hecho irrecusable. Lo es no sólo por su eventualidad histórica (la cual, por cierto, contó con un masivo apoyo popular), o por la creación de una serie de infraestructuras beneficiaras a esa mayoría, en el campo de la educación, la salud, los deportes, la cultura, los servicios. Lo es también por la contundencia con que revitalizó los mecanismos de autolegitimación de la memoria colectiva cubana, y a pesar del autoanálisis a que debe someterse esa memoria. Tales cambios tienen un alcance real en el imaginario nacional, y definen la identidad cubana contemporánea. Invisibilizarlos sería no entender nuestara historia.
 
En Miami se requiere de un empecinado espíritu crítico para detectar el deslizamiento de ciertos mantras cognitivos que, falsamente, nos hacen ceder a las trampas de la mente. Revilla comienza por plantear que no apoya el bloqueo (“desde que vivía en Cuba”) y que ha sido un instrumento manipulado por Castro para perpetuarse en el poder. Casi a renglón seguido, dice que “hoy en día” debe ser usado como “carta de negociación.” Tratemos de seguir esta gimnasia mental. Primero, según Revilla, eliminar el embargo contribuye a derrocar a Fidel. ¿Por qué entonces seguir legitimándolo? Segundo, ¿de qué forma, en este párrafo, el embargo pasa a ser, de “via crucis del pueblo cubano”, en la primera línea, a “excelente arma de disuasión”, en la última? ¿Qué cambió para que ganara agencia de negociación y excelencia? No hay otra explicación que la entrada de Revilla a los habitus a los que dice no pertenecer. En Cuba se oponía al embargo y ahora lo favorece. Al parecer, repite los mantras de un exilio puritano con el que “hoy en día”, quizá sin darse cuenta, no quiere establecer disonancias.

III. Concierto y profecías

Un caso de estudio de disonancia cognitiva explicado por Festinger en When Prophecy Fails, se refiere a un culto religioso que afirmaba que un día específico el mundo llegaría a su fin. El esperado día llegó, con sol brillante y cielo despejado. ¿Cuál fue la respuesta de los miembros? Algunos abandonaron la secta, pero otros arguyeron que se habían pasado la noche rezando y que la fe del grupo había salvado al mundo. Atenuaron así la disonancia producida por no haberse producido el profetizado final.

El concierto del cantautor colombiano Juanes en la Habana me ha recordado el anterior caso. Antes del mismo, muchos de los socializados por el discurso exiliado de derecha cuestionaban el nombre del evento. Incluso aceptando el derecho de Juanes a cantar donde quisiera, lo llamaban tonto útil, y consideraban el evento como presa fácil de manipular por el gobierno cubano. Unos minutos después de que el concierto empezara, viendo la plaza llena de pueblo, algunos secuestrados por la profecía empezaron a cuestionar el culto. La mente humana tiene, después de todo, enrevesadas formas de justificar los momentos en que la lógica falla.

Concierto de Juanes en la Plaza de la Revolución, Cuba.
Las cinco horas de música en la plaza, para pesar de algunos, marcaron  un hito en la historia del exilio cubano. El concierto desmontó incómodos binomios de la memoria colectiva miamense y generó otros útiles. La emocionante transmisión en vivo provocó reacciones no previstas, haciendo que muchos pasaran de la indiferencia al apoyo, contagiados por la alegría de los cubanos en la plaza. En las protestas del Versailles, los anti-Juanes fueron duplicados en números por los pro-Juanes (alrededor de 400 estos últimos, de acuerdo con Carlos Miller, NBC), superando con creces los valores de la encuesta del Cuban Study Group, que establecía, antes de los sucesos, que el 47% estaba contra, el 27% a favor y que el 26% era  indiferente.

¿Qué nuevos malabares mentales estará ahora proyectando Revilla alrededor de tales imprevistos? ¿Le conducirán estas disonancias a un reconocimiento honesto de lo erróneo de su condena al evento? ¿Cómo justificará su discurso en esta nueva era post-concierto? En su artículo, previo a los acontecimientos, sugiere que a lo que se opone es al nombre de “Paz sin fronteras.” Sus argumentos demuestran que no es sólo la denominación, sino el concierto en sí, lo que condenó. “No se me ha ocurrido martillar discos a pesar de condenar el concierto de Juanes, pero mi condena nace por el nombre”, expresa, agregando que “este no es más que un concierto para alimentar un ego, un deseo reprimido (…), alguna agenda encubierta, o una razón desconocida.” Espero que se dé cuenta de que, el que su condena haya estado motivada por el nombre, no lo exime de su responsabilidad por la misma.  Pero sobre todo espero que, como buen compatriota, se haya dejado contagiar por la intoxicante alegría que causó ver, en vivo, a un millón de cubanos bailando en la plaza.

En su contestación a mi artículo, Revilla distorsionó el contexto en que usé el adjetivo ‘cómodo.’ No me refería allí al exilio en su generalidad, sino a los intelectuales cuya mente busca el descanso de la comodidad. Aprovecho para convertir su distorsión en exhortación útil a la incomodidad. El reconocimiento y la honesta aceptación de zonas de discrepancia pueden prepararnos para concebir opciones que hasta ahora han sido excluidas de nuestras narrativas nacionales, tanto en Cuba como en el exilio. Aprender a vivir en ese malestar, en esas zonas limítrofes de tensión, puede que sea un primer paso para empezar a ensayarlas.

Referencias

When Prophcy Fails. A Social and Psychological Study of a Modern Group That Predicted the Destruction of the World.  Leon Festinger. Haper Torchbooks, 1956.

Attitudes, Behaviors and Social Context. The Role of Norms and Group Membership. Deborah Terry and Michael Hogg.  Lawrence Erlbaun, 1999.

Encyclopedia of Diasporas. Immigrant and Refugee Cultures Around the World. Melvin Ember, Carol R. Ember and Iann Skoggard. Springer, 2007.

Racial Politics in Post-Revolutionary Cuba. Mark Q. Sawyer. Cambridge University Press, 2006.

“Cuban Vs. Cubans. Community Clashes Over Juanes Concert.” Carlos Miller.  http://www.nbcmiami.com/news/local-beat/Cuban-Vs-Cuban-A-Community-Div
ided-59977657.html
Publicado originalmente (con el pseudónimo de Chabela Alvarez) en: www.kaosenlared.net/noticia/disonancia-intelectual-exilio-incomodo

Wednesday, October 27, 2010

Carta Abierta a Donna E. Shalala (Asunto: terrorista en predios universitarios)


Honorable Donna E. Shalala
Presidenta
Universidad de Miami

Octubre 27, 2010

Estimada Presidenta Shalala:

Nosotros, académicos de Estados Unidos y ex-alumnos de la Universidad de Miami, le expresamos nuestra más profunda indignación con respecto al evento que tuvo lugar el 12 de octubre del 2010, en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos (ICCAS) de la Universidad de Miami. En este acto se rindió homenaje al terrorista convicto Orlando Bosch.

Orlando Bosch ha sido arrestado, enjuiciado y sentenciado por innumerables actos terroristas en Venezuela, Estados Unidos y otros países. En 1968, fue condenado a 10 años de privación de libertad por el atentado a un buque polaco que se encontraba anclado en uno de los muelles de Miami. Posteriormente, cumplió diez años de cárcel en Venezuela por el derribo de un avión cubano el 6 de octubre de 1976, sabotaje en el que perdieron la vida las 73 personas a bordo. El Fiscal General de Estados Unidos Dick Thornburgh lo calificó como “terrorista sin arrepentimiento” (“unrepentant terrorist”), y el Fiscal General Asociado Joe D. Whitley se refirió a él como una “amenaza a la Seguridad Nacional” (“a threat to National Security”) (Exclusion Proceeding for Orlando Busch Ávila; ver documentación adjunta). Ambos Fiscales se desempeñaron en sus funciones de leguleyos durante la Administración de George H. W. Bush.

Documentos de la CIA y del FBI recientemente desclasificados (disponibles en Internet), son prueba fehaciente de la validez de las aseveraciones de estos Fiscales. Por ejemplo, un informe de 1979 reportó la opinión de Bosch sobre la voladura del avión de Cubana, con respecto a lo cual expresó: “Hay momentos en que no se puede evitar hacer daño a gente inocente” (Appendix to Hearings). Por otra parte, un cable del FBI con fecha del 14 de octubre de 1976 refleja las palabras de Luis Posada Carriles —“compañero de lucha” de Bosch—, quien dijo que “Orlando sabía todos los detalles” del avión que iba a ser derribado (Intelligence Information Cable).

Solicitamos que se inicie con la mayor premura una investigación acerca de este homenaje, en el cual figuró como telón de fondo el logotipo de la Universidad de Miami. Como institución de altos estudios que es, la Universidad de Miami tiene una misión educativa, y a la vez, una insoslayable función de responsabilidad social. Rendir honores a un terrorista, presentándolo como modelo para una comunidad, atenta contra los principios básicos de la academia.

Gracias por su interés.
  1. María Isabel Alfonso, PhD. Assistant Professor of Spanish. St. Joseph’s College, New York. (University of Miami Alumnus).
  2. Noam Chomsky, Institute Professor, Retired. MIT, Massachussets.
  3. Luis Duno-Gottberg, PhD. Associate Professor of Caribbean and Film Studies, Duncan College Master, Texas.
  4. John Walton Cotman, PhD. Associate Professor of Political Science. Howard University, Washington.
  5. David Carlson, PhD. Assistant Professor of Latin American History. The University of Texas-Pan American, Texas.
  6. Rick Miller, PhD. Associate Professor of Art. St. Joseph’s College, New York.
  7. Lisa Glidden, PhD. Assistant Professor of Comparative Politics, Latin American Studies. SUNY College at Oswego, New York.
  8. Iraida H. Lopez, PhD. Professor of Spanish. Ramapo College of New Jersey, New Jersey.
  9. Arturo Lopez-Levy, Lecturer, PhD Candidate. Josef Korbel School of International Studies. University of Denver, Colorado.
  10. Kenneth E. Bauzon, PhD. Professor of Political Science. St. Joseph’s College, New York.
  11. Emilio Bejel, Distinguished Professor of Latin American Studies. University of California at Davis, California.
  12. Miren Uriarte, PhD. Professor of Human Services. University of Massachusetts, Boston.
  13. David L. Strug, PhD. Professor of Social Work. Yeshiva University, New York.
  14. Dionisio Márquez Arreaza, Professor. Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela (University of Miami Alumnus).
  15. Judith A. Weiss, Research Professor and Professor Emerita. Mount Allison University, Canada.
  16. Liliam Dominguez, PhD Candidate. Barry University, Florida. (University of Miami Alumnus).
  17. Mirella Landriscina, PhD. Professor of Sociology. St. Joseph’s College, New York.
  18. Douglas Friedman, PhD. Associate Professor of Political Science. College of Charleston, South Carolina.
  19. Samuel Farber, Professor Emeritus, Political Science. Brooklyn College of CUNY, New York.
  20. Dick Cluster, Associate Director. University Honors Program. University of Massachusetts, Boston.
  21. Fernando Coronil, Presidential Professor. Graduate Center. CUNY, New York.
  22. Zoya Kocur, PhD Candidate. Middlesex University. London. NYU, New York.
  23. William Van Norman, Jr. PhD. Assistant Professor of Latin American History. James Madison University, Virginia.
  24. Alejandro de la Fuente, PhD. UCIS Research Professor. University of Pittsburgh, Pennsylvania.
  25. Antoinette Hertel, PhD. Associate Professor of Spanish. St. Joseph's College, New York.
  26. Susan Eckstein, PhD. Professor of Sociology and International Relations. Boston University, Massachusetts.
  27. Tania Triana, PhD. Assistant Professor of Spanish, University of Oregon.
  28. Ana M. López, PhD. Associate Provost for Faculty Affairs. Tulane University, Louisiana.
  29. Eduardo González, PhD. Professor. Director of the Spanish and Latin American Subdivision. The Johns Hopkins University, Baltimore, Maryland.
  30. Trevor H. Whitbread, MA Spanish Candidate. University of Oregon.
  31. Francisco A. Scarano, PhD. Professor of History. University of Wisconsin-Madison, Wisconsin.
  32. Antonio Lauria-Perricelli, PhD. Adjunct Professor. Gallatin School, New York University, New York.
  33. Enrique Sacerio-Gari, PhD. Dorothy Nepper Marshall Professor of Hispanic and Hispanic-American Studies. Bryn Mawr College, Pennsylvania.
  34. Antonia Darder, PhD. Distinguished Professor of Education. University of Illinois Urbana Champaign, Illinois.
  35. Edwin Murillo, PhD. Assistant Professor of Spanish. Penn State University-Berks, Pensylvannia (University of Miami Alumnus).
  36. Beatriz Calvo Peña, PhD. Researcher. University Carlos III, Madrid. (University of Miami Alumni).
  37. Julie Skurski, PhD. Distinguished Lecturer of Anthropology. CUNY Graduate Center. New York.
  38. Leslie S. Offutt, PhD. Associate Professor and Chair, Department of History. Vassar College, New York.
  39. David J. Vázquez, PhD. Assistant Professor of English. University of Oregon, Oregon.
  40. Ricardo Pérez, PhD. Associate Professor of Anthropology. Eastern Connecticut State University, Connecticut.
  41. Milton Sanchez-Parodi, MD. Assistant Clinical Professor of Family Medicine. Northeastern Ohio Universities College of Medicine, Ohio.
  42. Carollee Bengelsdorf, Professor of Politics. Hampshire College, Massachusetts.
  43. Thomas Petriano, PhD. Professor of Religious Studies. St. Joseph’s College, New York.
  44. Cecilia Enjuto Rangel, PhD. Assistant Professor of Spanish. Romance Languages Department. University of Oregon, Oregon.
  45. Sayres Rudy, Professor. Hampshire College, Massachusetts.
  46. Ginetta E. B. Candelario, Associate Professor of Sociology and Latin American & Latina/o Studies. Smith College, Massachusetts.
  47. Charles Hatfield, PhD. Assistant Professor of Latin American Literature. The University of Texas at Dallas, Texas.
  48. Colleen Lundy, PhD. Professor. School of Social Work. Carleton University, Ontario, Canada.
  49. Dr. Max Azicri, PhD. LlD Professor of Political Science. Edinboro University of Pennsylvania, Pennsylvania.
  50. Steven Daiber, MFA. Book Artist-Publisher, Red Trillium Press, Massachussets.
  51. Christina E. Civantos, PhD. Associate Professor. University of Miami, Florida.
  52. Evelyn P. Jennings, Associate Professor and Margaret Vilas Chair of Latin American History. St. Lawrence University, New York.
  53. Flavio Risech, Associate Professor of Law and Ethnic Studies. School of Critical Social Inquiry. Hampshire College, Massachussets.
  54. Delvis Fernández Levy, PhD. University of Miami Alumnus (MS 1963). President of Cuban American Alliance Education Fund, Inc., California.
  55. Maria Teresa Velez, PhD. Psychologist. Associate Dean Graduate College. University of Arizona, Arizona.
  56. María del C. García Padilla, EdD. Professor of Philosophical Foundations of Education, Faculty of Education. University of Puerto Rico, Río Piedras, Puerto Rico.
  57. Myra Mendible, PhD. Professor, Language and Literature Department. Florida Gulf Coast University, Florida.
  58. Ricardo Otheguy, PhD. Professor. Graduate Center. City University of New York, New York.
  59. Dr. Kenya C. Dworkin y Méndez, Associate Professor of Hispanic Studies. Carnegie Mellon University. Pittsburgh, Pennsylvania.
  60. Rubén G. Rumbaut, Professor of Sociology, University of California, California.
  61. Constance R. Sutton, Professor Emerita, Anthropology. New York University, New York.
  62. Dr. David Douglas, School of Cinema, Concordia University. Montreal, Canada. Regular Visiting Professor, Esuela Internacional de Cine y Televisión, Cuba.
  63. Eduardo A. Araujo-Pradere, PhD. Senior Space Scientist. University of Colorado.
  64. Eliana Rivero, PhD. Professor, Spanish and Portuguese. College of Humanities and Center for Latin American Studies, The University of Arizona, Arizona.
  65. Jacqueline Loss, PhD. Associate Professor. University of Connecticut, Connecticut.
  66. Sheryl L. Lutjens, PhD. Professor of Women's Studies. California State University San Marcos, California.
PD: Los suscriptores de esta carta no comparten necesariamente las mismas opiniones sobre el sistema político de Cuba, el embargo norteamericano, u otros temas vinculados a la relación Cuba-Estados Unidos. En cambio, todos sí coincidimos en que el terrorismo debe ser denunciado, más allá de las ideologías que lo motivan.

Documentos citados:

- Exclusion of Proceeding for Orlando Bosch Avila. U.S. Department of Justice. Office of the Associate Attorney General Joe D. Whitley, 1989. FILE: A28 851 622. A11 861 810.
http://cuban-exile.com/doc_051-075/doc0054.html

- Appendix to Hearings Before the Select Committee on Assassinations of the U.S. House of Representatives, Ninety-fifth Congress. Second Session, Volume X: Anti-Castro activities and organizations. March 1979: (89-93)
http://cuban-exile.com/doc_051-075/doc0059.html

- Intelligence Information Cable. FBI. October 14th, 1976. National Security Archives. Cuba Project.
http://www.gwu.edu/~nsarchiv/

Fotografías y videos del evento:
http://www.cubamemorial.net/Eventos/101012-50aniversarioInicioLuchaGuerrillera.htm

Documentos desclasificados de la CIA y del FBI sobre Cuba:
National Security Archive. Cuba Project
http://www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB157/index.htm

Publicado originalmente en: http://www.cubaencuentro.com/documentos/carta-abierta-a-donna-e-shalala-presidenta-de-la-universidad-de-miami-248008

Reprducido por iniciativa de estas publicaciones:
Progreso Semanal: http://progreso-semanal.com/4/index.php?option=com_content&view=article&id=2780:terrorista-honrado-en-la-universidad-de-miami-academicos-indignados&catid=3:en-los-estados-unidos&Itemid=4

Unión: http://progreso-semanal.com/4/index.php?option=com_content&view=article&id=2780:terrorista-honrado-en-la-universidad-de-miami-academicos-indignados&catid=3:en-los-estados-unidos&Itemid=4

Monday, May 3, 2010

Un exilio cómodo

Nueva York | 03/05/2010

Exiliado frente al restaurante Versailles, Calle 8 Miami.
La honestidad intelectual, para los que optan por mantener posturas políticas moderadas de centro o izquierda fuera de Cuba, puede convertirse en una peligrosa carta de presentación. Se supone que vivir fuera de Cuba, en lugares como Estados Unidos o España, garantizaría una entrada a la arena de la democracia y con ello, a la de la participación y el debate de ideas. No necesariamente ocurre así. La expresión pública de ideas, que contravienen el statu quo de sectores extremistas del exilio cubano y sus líderes, puede llevarlo a uno a ser víctima de la exclusión y hasta de la censura.

La historia del extremismo de la derecha cubana, que tiene su cuna en Miami, tiene orígenes comprensibles en muchos casos, aunque no justificados. Amén de la insensibilidad social, de la cual muchos de los primeros exiliados padecieron con respecto a problemas reales que afectaban a grupos menos privilegiados en la Isla, puede entenderse que, al ser víctimas de los procesos de nacionalización y expropiación forzados, hayan reaccionado con notable virulencia. Está el caso de aquellos que, sin ser magnates o sin estar comprometidos con la dictadura batistiana, como simples integrantes de la clase media, poseían su pequeña empresa privada, en la cual habían invertido tiempo y esfuerzo. No tenían que necesariamente mostrar contentura por las expropiaciones, aunque la mayoría sí celebró efusivamente el triunfo revolucionario.

Peor situación les tocó a aquellos que mantenían posiciones comprometidas con el gobierno de Batista o que poseían mayores riquezas. ¿Qué hubiera hecho falta para que, en lugar de poner en práctica una entrada mortal al anquilosamiento generacional que padecieron después ya como mal crónico, hubieran ensayado actitudes y conductas más moderadas? Una conciencia histórica y una cierta sensibilidad de los problemas sociales de Cuba. Un reto nada pequeño.

Hubiera hecho falta una conciencia histórica inconmensurable para acatar con altruismo el papel de perdedores que sacrifican sus riquezas por un bien común. Hubo casos. Hubo incluso aquellos que regresaron a Cuba, desde un exilio en Estados Unidos, para participar del proceso revolucionario, entre los cuales se encontraban prestigiosos intelectuales de la generación del cincuenta, en muchas ocasiones de posición social acomodada. No obstante, en la mayoría de los casos el movimiento fue de adentro hacia fuera. Expropiados y humillados por los barbudos que desacreditaban sus refinamientos pequeño-burgueses, a Miami llegaron los primeros exiliados.

Si aún hoy Miami es una ciudad con fuertes dosis de segregacionismo, los afroamericanos eran víctimas de un racismo abierto y sin límites cuando llegaron los primeros exiliados cubanos. Durante los doce años que viví en Miami, de 1995 a 2007, escuché expresiones que forman parte de eso que Piere Nora llama “lieux de memoire” o lugares de memoria. Son sitios, mentales o físicos, a través de los cuales una comunidad intenta hacerse de un espacio de perdurabilidad histórica.

Uno de esos sitios mentales es el sobreentendido de que "esta ciudad la levantamos los cubanos". La expresión, que puede hasta contagiar cierto orgullo eufórico sobre nuestra capacidad en el área de la construcción, denota un tremendo mal gusto cuando es espetada en la cara de un afroamericano de Overtown o del Northwest, sobre todo cuando se sabe que, por conveniencias políticas y por la circunstancialidad de la competencia racial, los cubanos gozaron de un mayor acceso que los afroamericanos a préstamos bancarios y a otros mecanismos de movilidad, a través de los cuales una comunidad se establece y progresa. No cuestiono que nuestros compatriotas también hayan sido víctimas de la discriminación a ciertos niveles, ni de su tremenda capacidad y diligencia para el trabajo. Pero tampoco pongo en duda el que tuvieron un mayor acceso a mecanismos de legitimización y avance social que otros grupos, mecanismos que contribuyeron a la titánica tarea de "levantar esta ciudad".

Radicado en Miami, este primer exilio se encarga de habilitar la neurosis de la pérdida, a través de un continuo lamento por la destrucción de la Cuba republicana, que con tantas bonanzas los proveyó. Pero junto al lamento, la acción. Y si Bahía de Cochinos ―o Playa Girón, como quiera llamársele― resultó un fracaso, se buscó después implementar una guerra de cabildeos que aseguraría largos años de existencia a grotescas criaturas como el embargo. Lo curioso es que estas estructuras radicalizaron más aún a la revolución y su ideología comunista.

De manera general, los primeros exiliados pavimentan, como grandes caciques de esa nueva isla llamada Miami, las avenidas de un estado de opinión al que deben acogerse los “recién llegados”, es decir, las múltiples generaciones de cubanos que van llegando posteriormente.

Pero si bien es lastimoso ver a esa primera generación autoconsumirse dentro de sus propias estructuras de odio e intolerancia, por la frustración (y la opción) de no volver a Cuba, lo es más saber de quienes, por asegurar un puesto dentro de este coro de lamentos, cantan cómodamente al ritmo de la música que le toquen.

La comodidad de estos nuevos exiliados tiene múltiples orígenes. En muchos casos, responde a un mero mecanismo oportunista de adaptación y ascenso social. En el fondo de tal actitud está es la reproducción de los "habitus" —así denominados por Pierre Bourdieu— los cuales son "estructuras estructurantes", módulos de opinión que aseguran la entrada exitosa de un individuo a un grupo social. La meta es la obtención de prestigio, de estatus. Filósofos, historiadores, periodistas, politólogos, poetas, narradores, parte, en fin, de una intelligentsia que, en su pre-exilio no necesariamente ostentó una posición de crítica radical hacia el Establishment cubano, viviendo "allá", lo hace ahora, viviendo "acá". Llegan incluso a criticar y cuestionar a sus ex colegas de "allá", quienes mantienen la misma postura que a ellos les aseguró su supervivencia durante su etapa de intelectuales "comprometidos".

Esta actitud de ratificación, y no de cuestionamiento, implica la renovación constante de los "habitus" establecidos por el primer exilio, los cuales han contribuido a la diagramación de un camino de estancamiento para Cuba. La responsabilidad social es sustituida, en el caso de esta intelligentsia, por la cómoda reproducción de los "habitus" que aseguren un acceso al "prestigio" atesorado y resguardado con celo por ese exilio primigenio.

Sumado a esto, hay que tener en cuenta la incapacidad de esta intelligentsia, radicada fundamentalmente en Miami, de insertarse en al mundo académico o profesional norteamericano. Al no poder o no querer hacerlo, ya sea por los límites del idioma, o por mera holgazanería intelectual, terminan confabulando sus pequeñas ficciones de lo que un académico o un profesional de las letras debe ser. Así, para ser periodista, profesor, analista, politólogo, no es necesario estar avalado por estudios de alto nivel, siempre y cuando se tenga la ideología que satisfaga los intereses del patrocinador. En estos estrechos marcos se redefine el academicismo y el profesionalismo en Miami.

Dentro de este proceso de “redefinición profesionalista”, si así puede llamársele, está el repetido caso de la manipulación de nexos familiares —ya a favor, ya en contra— como mecanismo de autolegitimación. Este ha pasado a ser uno de esos frecuentes "habitus" practicados por el oportunismo profesionalista miamense, sobre todo en los medios de comunicación. Por ejemplo, cuando se tienen nexos familiares con una figura de poder en la isla, el aludido, en ocasiones, ejecutará una serie de maniobras performáticas a través de las cuales se desacredita o a ese Otro familiar, o a los súbditos de ese Otro. Hijos, hijas, sobrinos, sobrinas, primos, de Otro(s) non-grato(s), definen su posición política por contraste con éstos, embarcándose en una verdadera campaña ideológica por la reivindicación de la ultraderecha, sin entrar en un análisis balanceado ni objetivo sobre el tema en cuestión. Esta performatividad no deja margen alguno para la parcialidad y el debate abierto.

Junto a tal oportunismo que puede asegurar una columna en un periódico, un programa televisivo, la publicación de un artículo en una revista electrónica, o simplemente una palmadita reconfortante en el hombro, está la reproducción de otros "habitus": genuina falta de perspectiva histórica, falta de sensibilidad hacia los problemas internacionales y nacionales, chauvinismos revestidos de nacionalismos, inconsciencia sobre problemas raciales, silencios ante hechos condenables como el embargo… en fin, la lista puede ser más larga.

Ambos casos, tanto el del oportunismo como el de la genuina ignorancia o/y desinterés por los problemas de América Latina y el Caribe, provocan resultados nefastos. En lugar de promover una nueva mirada hacia Cuba, al contextualizarla dentro de un mundo ya sin (aparente) guerra fría, pero donde las clases no-representadas protestan cada vez con más fuerza contra la desigual distribución de riquezas, estos exiliados reproducen las mismas estructuras reduccionistas, estériles y carentes de ética intelectual: demonización de ciertas figuras e idolatrización de otras; parcialidad; repetición de opiniones sin un fundamento histórico o filosófico; difamación; listas negras; clima de intolerancia. .

En el caso del último exilio, que pudiera acogerse al nombre de "derecha ex comunista" no se trata de un grupo social que lamenta la pérdida de un patrimonio determinado (ya sea mansiones o estilos de vida). Es un grupo social formado en Cuba dentro de la etapa de la revolución, y que en muchos casos mantuvo su adhesión a ella. No estoy proponiendo un vínculo reduccionista en el que haya que defender a ultranza lo indefendible. Mi cuestionamiento no es sobre el contenido de ciertas posiciones ideológicas sino más bien sobre la función que un intelectual se supone deba cumplir: la de vivir en compromiso con una perenne actitud de búsqueda, de auto-examen de sus ideas, y de un total escepticismo ante premisas no reconocidas. El verdadero intelectual no debe mostrar conformismo con los estados de opinión que reproducen el status quo, cualesquiera que sea su filiación ideológica. Este grupo de exiliados le ha fallado a esa función. Desde su lógica, en cambio, de lo que se trata es de elegir aquellos módulos que aseguren una entrada al capital de prestigio social y de desacreditar aquellos que la limiten o cuestionen.

Será raro ver a alguno de estos "filósofos" aportar un análisis moderado sobre el significado simbólico de Evo Morales para la región andina. Sus comentarios se limitarán a criticar sus conexiones con el “castrochavismo” del siglo XXI. Sus palabras se circunscribirán a los estrechos perímetros de lo permitido por la prensa y los medios controlados por el llamado exilio histórico. En ningún momento su análisis abarcará los problemas sociales o los reclamos de irrepresentatividad articulados por las comunidades indígenas a través de su primer líder. Ni soñar con que develen o cuestionen los intereses oligárquicos que acompañan tal falta de representatividad. La metáfora de la contigüidad Morales-Chávez-Castro es más fácil.

Dentro de esta lógica, y doy otro ejemplo, todo aquel que reconozca ciertos logros sociales de la revolución cubana ―al margen de la consabida crisis actual―, entra automáticamente en la lista negra de agentes, informantes, comunistas que, con tanto celo, guardan. Posiciones matizadas de aquellos que critiquen cuestiones como la falta de elecciones, de libertad de prensa, asociación y de viajes, no serán suficientes, si vienen combinadas con el reconocimiento a otros factores que sí son dignos de mantenerse dentro de un proceso de transición en la Isla. Por el contrario, son demonizadas y sacadas de contexto indecentemente para ser expuestas como punibles.

No hay que hacer tabula rasa para sacar a nuestro país del subdesarrollo. No hay que promover ajusticiamientos ni baños de sangre. No hay que crear listas negras. Hagamos un esfuerzo y pensemos más allá de los "habitus" que nos imponen. Promovamos otros nuevos, de tolerancia, sentido común y humanismo.

Publicado originalmente en: http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/un-exilio-comodo-235815