Wednesday, August 24, 2011

Los hijos de los revolucionarios y el fantasma de Shakespeare


En la escena X del drama isabelino, Hamlet confronta al fantasma de su padre, el cual se le aparece tras haber sido asesinado por Claudio, hermano del monarca. Desde la continua zozobra que lo aqueja, Hamlet increpa al espantajo:

“-¡Oh, respóndeme, no me atormentes con la duda! Dime, ¿por qué tus venerables huesos, ya sepultados, han roto su vestidura fúnebre? ¿Por qué el sepulcro donde te dimos urna pacífica te ha echado de sí, abriendo sus senos que cerraban pesados mármoles? ¿Cuál puede ser la causa de que tu difunto cuerpo, del todo armado, vuelva otra vez a ver los rayos pálidos de la luna, añadiendo a la noche horror? ¿Y que nosotros, ignorantes y débiles por naturaleza, padezcamos agitación espantosa con ideas que exceden a los alcances de nuestra razón? Di, ¿por qué es esto?”

Algunos hijos emigrados de ciertos revolucionarios  sufren, como Hamlet, por la reaparición del espectro de sus progenitores. Atormentados por una historia de la cual no deberían sentirse ni responsables ni avergonzados, entablan batalla contra espíritus de su propio linaje. Preocupados como están por no ser identificados con un pasado que les pesa, optan por no contribuir a un presente de reconciliación. Lo cual es paradójico pues junto a sus padres, participaron--muchas veces con marcado entusiasmo--, en las dinámicas mainstream del proceso revolucionario: publicaciones en editoras nacionales, premiaciones, cargos, puestos en reconocidas cátedras, pertenencia al canon…


Para exorcizar a sus fantasmas, asumen actitudes radicales, adoptando el lenguaje del lugar al cual llegan (un vocífero exilio, en el caso de Estados Unidos). Sus anfitriones, los viejos exiliados, son incapaces de entender sutilezas importantes que los hijos de los revolucionarios sí, puesto que aquéllos nunca más regresaron a Cuba. Pero éstos, los Hamlets de nuestro exilio, incorporan el lenguaje del terror por oportunismo.

Cuando vean a un hijo de un revolucionario convocando desde Miami, New Jersey u otro punto cómodo del planeta al levantamiento popular en Cuba, o repitiendo estribillos que exacerban el odio entre cubanos, pregúntese qué fantasmas estará tratando de borrar con el emplazamiento. Yo, que conozco a algunos de ellos, les aseguro que el llamado tiene casi siempre motivaciones más torcidas de lo que aparentan.

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