Luis Clemente Posada Carriles
Después de repasar los acontecimientos relacionados con la marcha convocada desde Miami por Gloria y Emilio Estefan en apoyo a las Damas de Blanco, cabe la pregunta: ¿A dónde llegamos con esta marcha? Es una pregunta en pasado, pero también de cara al futuro. El punto de partida de la manifestación fue conocido y compartido por los participantes: condenar el atropello físico y verbal contra las esposas y madres de los disidentes encarcelados en Cuba desde el 2003. Pero ¿bajo qué premisas, y más importante aún, cuál fue el punto de destino?
La convocatoria de los Estefan debió poner en alerta a aquellos que asistieron sin conocer los estándares bajo los cuales era auspiciada. "No importa de qué forma pensamos que suceda una transición, pero queremos una Cuba libre para los cubanos que viven en Cuba”, comentó la cantante en rueda de prensa. No es concebible, dentro de todo el caos ya existente en la sociedad cubana, una marcha que, bajo el supuesto lema de apoyar la disidencia pacífica en la Isla, desestime el tipo de transición que debe llevarse a cabo.
No debe ser noticia para nadie que el carácter de la transición determinará el futuro de nuestra Isla. ¿Cómo establecer estas acotaciones como punto de partida para convocar al exilio? ¿Qué consecuencias tuvo una convocatoria como ésta, que no establece prioridades ni deslindes?
Como si las palabras de Estefan fueran conjuro, ahí, entre los que participaron en la marcha, estuvo Luis Posada Carriles. Posada Carriles representa precisamente el tipo de intento de transición que debe ser rechazado de plano por cualquier patriota: la transición a través del terror, sin respeto por la vida de mujeres u hombres, jóvenes o adultos. El terrorismo debe ser una forma de lucha condenable por todo demócrata, más allá de su ideología. Eso debía estar claro, tanto para los organizadores de la marcha, como para los participantes. Obviamente, a juzgar por la convocatoria de los Estefan, no lo estaba.
Miami y sus coqueteos complacientes
Desde una lógica de imparcialidad, puede decirse que no se pudo prever (ni prohibir) la presencia de Posada Carriles en la marcha, y que un rapto de patriotismo e impotencia ante el abuso contra las Damas llevó a muchos a participar de la manifestación, sin cuestionar en detalle el discurso de sus promotores. Una reconocida escritora cubana radicada en Miami me comentaba que, “aunque quienes la convocaron no son santos de su devoción, ella [y sus amigos] estaban allí por una causa mayor, y era demostrarle al mundo su solidaridad hacia esas mujeres y hacia los que sufren en Cuba”. Pero, ¿cuán admisible son estos argumentos a estas alturas? ¿No son, cuanto menos, reflejo de un exilio renuente a madurar, a pesar de los años? ¿Por qué, si tanto amor patrio se quiere profesar, no convocar a una marcha bajo otros estándares, en los cuales, al hablar de transición, se incluya un explícito énfasis en la inadmisibilidad de posturas revanchistas, propiciadoras de caos, y centradas en intereses de venganza?
¿Es que acaso estos mandatos de cordura y eticidad siguen estando ausentes del imaginario de nuestro exilio?
No debe haber condescendencia hacia las instituciones que hacen de Miami una ciudad cómplice con un statu quo, que no ha hecho más que ahondar el abismo entre la situación de caos en la Isla y la posibilidad de una transición pacífica. Es el colmo del absurdo que Posada Carriles se presente vestido de blanco en una marcha que apoya el pacifismo de estas mujeres, cuando con sus hechos ha sido agente de una violencia descarnada. Pero más indignante es que, en una primera versión de la noticia en internet, El Nuevo Herald comente su presencia en la marcha sin el más mínimo asomo de sorpresa llamándole, como es ya costumbre en ese diario, “luchador anticastrista”.
Saldos
¿Qué ganancias concretas o simbólicas propicia esta marcha? Ninguna. Los prisioneros de la Primavera Negra seguirán en sus celdas, quien sabe si expuestos a mayores abusos revanchistas. Las madres seguirán sus marchas sujetas tal vez a una mayor violencia, en el supuesto de que quienes las repudian puedan considerar que atacan a las aliadas de un terrorista. Por su parte, Shakira, Ricky Martin y Gloria Estefan incrementarán sus ventas en El Museo del Disco. Como gesto simbólico, lejos de coadyuvar a la delineación de un exilio maduro, capaz de distinguir sus luces de sus sombras, la marcha nos inscribe una vez más en una historia de silencios cómplices ante violaciones equiparables con creces al atropello de las Damas, como son los actos terroristas de Posada Carriles o los cincuenta años de embargo impuestos a la Isla.
A nivel político, el balance era también previsible: manipulaciones de uno y otro lado. Los cabilderos de Washington usarán los hechos para crear un nuevo momentum de paralización de las relaciones. Menos viajes, menos intercambios académicos, menos puntos de negociación entre los gobiernos implicados. Cuba, por su parte, tendrá tela por donde cortar en nuevas mesas redondas que aludirán, no sin cierta razón, a la condición acéfala de nuestro exilio, a la falta de un liderazgo serio, y a sus alianzas con el terrorismo. El abismo se ahonda nuevamente.
Un deslinde necesario
La violencia ejercida por instituciones del gobierno cubano contra sus opositores no tiene justificación —trasciende el hecho de que aquéllos reciban o no dinero del gobierno norteamericano—, y como tal debe ser denunciada. El avasallamiento, tanto verbal como físico, debe de ser descartado por todo gobierno respetuoso de sus propias leyes. Pero esto no hace menos condenables otros atropellos, como los cometidos por Posada Carriles y otros sectores extremistas del exilio.
Reconocer esto nos lleva a un lugar que debía ser hace rato habitado por nuestro exilio: el de la heterogeneidad y la diferencia. Es hora ya de que el exilio cubano deje de verse como un todo monolítico, cuyos miembros tienen agendas y demandas intercambiables. A contrapelo justamente de lo que la marcha propició, la verdadera ganancia estaría en empezar a ver matices diferenciables dentro de los grupos de exiliados, lo cual les aseguraría, en primer lugar, legitimidad y agencia política.
La violencia de grupos como los que Posada Carriles representa ha ido a la par con el apoyo a agendas plattistas y la institucionalización del embargo como garrote para el pueblo cubano. Tales formas han sido inscritas, año tras año, en la memoria colectiva de Miami, a través de medios de comunicación no comprometidos con los verdaderos intereses del pueblo cubano. De tanto repetir estos mantras, se ha creado la ilusión de que todos pensamos igual, y el que lo hace de manera diferente es demonizado por una media ventrílocua.
Sin embargo, el concierto de Juanes demostró que la heterogeneidad del exilio es ya un hecho, y no debe permitírsele a ningún extremista como Posada Carriles ponerlo en duda. Como mismo existen dentro de Cuba opositores desvinculados del gobierno norteamericano, debe de haber en su exilio una zona que tome distancia de posturas como las esgrimidas por el CLC, Vigilia Mambisa, Ileana Ross-Lehtinen y los hermanos Díaz-Balart. Fariñas ha dicho en recientes declaraciones que no debe haber negociación entre el gobierno de Cuba y el de EE. UU. Pero esta línea dura no es la que caracteriza a toda la oposición, menos a aquella que no legitima la huelga de hambre como forma de lucha. En correspondencia con estos últimos, que buscan cambios graduales y no financiados por gobiernos, entidades o individuos desde el exterior ―menos aún de corte terrorista―, debe de existir un exilio que marque distancia de esos agentes sempiternos del terror. Y esta gama de matices no puede originarse en una marcha (muy a pesar de sus sombras) monocromática, en la cual se desconoce a ciencia cierta los dobles estándares de sus organizadores, así como sus puntos de partida y de llegada.
Publicado originalmente en: http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/las-manchas-de-una-marcha-232766
Reproducido por Unión, por iniciativa de esta institución: http://www.uneac.org.cu/index.php?module=noticias&act=detalle&id=3022